La pechugona recepcionista del edificio lo hacía sonrojar cada vez que le preguntaba por su día, pero no podía evitar sentirse atído por ella.
La pechugona recepcionista del edificio lo hacía sonrojar cada vez que le preguntaba por su día, pero no podía evitar sentirse atído por ella.
La pechugona recepcionista del edificio lo hacía sonrojar cada vez que le preguntaba por su día, pero no podía evitar sentirse atído por ella.