La apretada vecina del piso de arriba siempre lo saludaba con una sonrisa coqueta, y él no podía evitar preguntarse qué estaría pensando.
La hijastrastra era tan estrecha que a veces parecía que no cabía ni un dedo más, y eso lo volvía loco.
La estrecha cintura de su amiga lo volvía loco, y no podía resistirse a tocarla siempre que tenía la oportunidad.