La madre de su amiga era una mujer muy pechugona y cada vez que iba a visitarla, no podía evitar mirarle el escote.
La apretada falda de su vecina hacía que sus piernas parecieran interminables, y no podía evitar imaginar lo que había debajo.
Él no podía creer lo apretada que estaba su nueva vecina de al lado, pero no podía evitar sentirse atído por ella.