La madrastrase había quedado a tierna en el apartamento, y él no podía evitar mirar sus curvas cada vez que pasaba cerca de él.
El chico no podía resistirse a las tentadoras curvas de la culona vecina que siempre lo saludaba amablemente en el pasillo.
La madre de su amiga tenía un cuerpo espectacular, con unas curvas que lo volvían loco, y él no podía esperar para probar cada parte de ella.