La madrastra de su amigo tenía una sonrisa coqueta y un cuerpo atlético que lo hacía perder la cabeza.
La apretada vecina del piso de arriba siempre lo saludaba con una sonrisa coqueta, y él no podía evitar preguntarse qué estaría pensando.
La madrastra de su amiga, con su mirada tierna y sonrisa encantadora, iluminaba cada rincón del apartamento con su presencia.